Muy poco faltaba para las 24:00 horas, cuando se soltó atado de una cuerda pasada de antemano por el "pilón", un toro negro, grande que acto seguido fué embolado con la gran profesionalidad que el equipo de emboladores tiene de sobra demostrada.

En estos momentos, las proximidades del lugar de la embolada estaban abarrotadas de personas, casi parecía mentira que una vez estuviera suelto el toro todas estas personas encontraran cobijo en las merinas de alrededor.

Salió corriendo por el recorrido iluminando con las "velas" la noche que aunque no era calurosa tenía recluído el frío y el agua que hemos tenido de compañeros durante los días atrás. A la media hora regresó corriendo y después de olfatear el poste donde se les embola, no puso resistencia y se metió voluntariamente en los corrales.

Poco después a la 01:40 estaba todo dispuesto para embolar al segundo de la noche. Éste fué el toro rojo que había sido soltado en el encierro de calles dos días antes. Sobra recalcar el buen hacer del equipo de emboladores, como si de un juego de chiquillos se tratara fué embolado en unos momentos ante la estupefacción de muchos de los presentes.

Después de subir hasta el final del recorrido, el toro se quedó en la plaza un poco parado porque tenía una pezuña dañada por el asfalto y tuvo que ser ayudado por una maroma primero, después por el contínuo envite de los mozos y en ocasiones por la pica eléctrica hasta que llegó a los corrales con destino al camión de transporte.

Aquí no acabó todo.

Un poco por sorpresa, se soltaron alternativamente, uno por uno los cuatro novillos que habían sido utilizados en los recortes. Subieron y bajaron, se juntaron, volvieron a separarse hasta que una vez metidos en los corrales dos de ellos, los otros dos buscaron el refugio de un lugar poco accesible y...nos tuvieron intentando meterlos hasta las 03:15, momento en el que sonó la bomba que indica que los animales están recogidos y que la calle queda libre para el paso.

No tardó Vicente, ante la atenta mirada de un centenar de Fuentelapeñinos que nos encontrábamos en la plaza, en encender la mecha de lo que iba a ser el último acto festivo que marca cada año el fín de fiestas, La Traca Final que con su estruendo sonó en nuestro interior con profunda pena y futura ilusión.

VIVAN LAS FIESTAS DE FUENTELAPEÑA!!!

 

   
Un año más después de la traca final, la Torre de la Iglesia (éste año iluminada), se acuesta con la oscuridad mirando con los ojos de las terceras campanas a cada uno de nosotros deseando que el próximo año los que estamos fuera volvamos y los que viven en el pueblo le hagan las visitas dominicales.